Relato de Eva.

Eva:

Si tú supieras lo que me causaste la primera vez que te vi, al ver tu belleza tan tuya, tan exótica, segura, libre, se me entrecorto la respiración, como cuando estas terminando de llorar y suspiras desahogando la emoción, esa emoción incomprensible de que existiera una persona tan bella en armonía.
En armonía de ti, de ese espíritu libre, de la luz que sale de tus ojos, que sale de ti... la que disfrutas de ti y que a veces unas escasas telas de lino blanco translúcido, acarician tu piel desnuda y tostada.
Mujer de sensibilidades exquisitas. 
Te digo mía porque , en mi paraíso personal, tu y yo desbordamos la sensibilidad mas exquisita de ese paraíso y en ese mundo podemos jugar todo el día y la noche, también...explorando nuestra mirada , disfrutando un vino rojo con fresas , para calmar la temperatura de nuestra pasión , en una cama grande de sabanas de algodon egipcio casi transparente , como a ti te gustan , así como me gusta tu lunar y a ti te encanta que me guste , porque es tan tuyo , como el roció a la flor.
Todavía por si el espectáculo de ti misma no fuera suficiente,  revoloteas con tus dedos tus cabellos desordenados,  dejando entre pasar la luz del sol de la ventana e iluminando tus ojos de niña y tu boca sensual de mujer.
Se me hace un nudo en la garganta, y te das cuenta de mi mirada noble, de alguien que está a punto de recibir un obsequio de extraordinaria belleza, entonces tomas mi mano y me invitas hacia ti.
Como una diosa sentada en medio de la cama enorme, con la camisa de lino que apenas se detiene por tus pechos hermosos, me imagino desabrochar esos dos botones que la contienen y justo al hacerlo , tus pechos brotan como un ramillete de flores frescas... de colores suaves  y pistilo tierno, imagino rozarlos con tierna delicadeza hasta que mis manos descubren la curva de tu cintura,  que tomare mil veces hasta superarla y deslizar mi tacto a tus bellas piernas largas ; suaves como dos peces hermosos en el agua cristalina.
De tanta pasión te mojas los labios con el  vino y mordisqueas las fresas de rojos tan exquisitos, como los de tu boca y al final me agradeces el derroche de ternura , con un beso de amor...

Tenlo por seguro que en la imaginación de mi paraíso personal estarás tú.

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